Depresión, ansiedad y deterioro cognitivo: síntomas asociados a la COVID persistente
Al menos el 30% de los supervivientes de COVID-19 desarrollan secuelas a largo plazo, entre las que se encuentran el deterioro cognitivo y otros síntomas psicológicos como depresión, ansiedad y trastornos del sueño.
Al menos el 30% de los supervivientes de COVID-19 desarrollan secuelas a largo plazo, entre las que se encuentran el deterioro cognitivo y otros síntomas psicológicos como depresión, ansiedad y trastornos del sueño. Así lo establece la nueva guía de SAMHSA, la agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos encargada de asesorar al gobierno en temas de salud mental y abuso de sustancias, sobre COVID persistente, titulada Panorama de las repercusiones del COVID persistente en la salud conductual (Overview of the Impacts of Long COVID on Behavioral Health).
Según se define en el documento, el COVID persistente es una condición altamente heterogénea que se caracteriza por síntomas nuevos, recurrentes o continuos que duran cuatro o más semanas después del diagnóstico agudo de COVID-19. La enfermedad comprende un conjunto de aproximadamente 200 síntomas diferentes que pueden estar relacionados con múltiples sistemas orgánicos, lo que dificulta la realización de un diagnóstico claro y el establecimiento de una definición consensuada de la enfermedad. Asimismo, pone de manifiesto la gran variabilidad en cuanto a su curso, pronóstico y resultados.
Los estudios revisados en el informe muestran que el COVID persistente puede ser más probable que ocurra en adultos jóvenes y puede tener lugar tanto después de una infección de COVID-19 no grave como grave.
En relación con las secuelas psicológicas, “el deterioro cognitivo posterior a la COVID-19 y la morbilidad psiquiátrica tienen relaciones complejas y probablemente bidireccionales”, indica el documento. Es decir, los trastornos mentales (por ejemplo, la depresión) pueden contribuir al deterioro cognitivo y el deterioro cognitivo puede afectar negativamente al nivel de funcionalidad del paciente, precipitando o exacerbando los problemas de salud mental. A esta relación, ya de por sí compleja, se añaden otros factores relacionados con la pandemia, como el aislamiento social, la soledad, la inestabilidad económica y laboral, el duelo, las desigualdades sanitarias y sociales sistémicas, entre otros factores de estrés psicosocial.
El documento recoge una revisión sistemática de estudios que mostró que la prevalencia global de depresión, ansiedad y trastornos del sueño entre los supervivientes de la COVID-19 fue del 45%, 47% y 34%, respectivamente, siendo unos porcentajes significativamente superiores a los de la población general no afectada por la COVID durante la pandemia. Estos problemas de salud mental pueden persistir incluso dos años después del confinamiento.
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