Nieves Hermosín, psicóloga de la USMIA: 'La depresión se manifiesta de forma diferente en los adolescentes'
Con motivo del Día Mundial de la lucha contra la Depresión' (13 de enero), hablamos de este trastono altamente incapacitante y las características que presenta en una etapa de cambios como es la adolescencia.
El 13 de diciembre es el Día Mundial de la lucha contra la Depresión. El trastorno depresivo implica un estado de ánimo melancólico o la pérdida del placer o el interés por actividades durante largos períodos de tiempo. Los factores que están en su origen son biológicos, psicológicos y sociales.
La depresión constituye un problema social de primer orden, es la tercera causa de discapacidad en todo el mundo según la OMS, y uno de los problemas de salud más incapacitantes y de mayor sufrimiento para las personas que lo padecen ya que puede afectar a todos los ámbitos de la vida, incluidas las relaciones familiares y de amistad.
Según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2022, el 37% de la población española presenta algún problema de salud mental, siendo los más frecuentes en las consultas de atención primaria (AP) los trastornos de ansiedad, seguidos de los problemas de sueño y la depresión, con una tendencia creciente en los últimos años.
Por este motivo, desde el COPCV nos parece imprescindible que la figura del psicólogo clínico sea presente en Atención Primaria puesto que es la puerta de entrada al sistema sanitario, donde se pueden detectar los primeros síntomas de los problemas psíquicos e incluso evitar su cronificación.
En este 13 de diciembre, queremos abordar la depresión desde otra perspectiva y centrarnos en este trastorno durante la adolescencia. Para ello, hemos hablado con Nieves Hermosín, psicóloga clínica en el Hospital Clínico Universitario de Valencia donde trabaja en la Unidad de Salud Mental Infantil y del Adolescente (USMIA).
¿Se manifiesta de un modo diferente en adolescentes que en adultos? ¿A qué señales debemos de estar atentas?
Sí, y precisamente porque se manifiesta de forma diferente, la detección de la depresión en niños y adolescentes es más compleja. De hecho, en torno al 70% no está bien diagnosticado tal y como recoge la Guía Práctica Clínica del Ministerio de Sanidad sobre la Depresión Mayor en la Infancia y Adolescencia (GPC). Además, los criterios de episodio depresivo son genéricos en los sistemas de clasificación actuales (DSM5 y CIE11) y que, si bien señalan que puede haber cierta especificidad, no hay criterios específicos para la depresión en la infancia o la adolescencia
El trastorno depresivo en los jóvenes muestra algunas variaciones en sus manifestaciones clínicas, en parte debido a la etapa vital en el que se encuentran. En niños y adolescentes, el estado depresivo puede no manifestarse solo como un estado de ánimo triste sino como irritabilidad y mal humor. Éstos, constituyen síntomas característicos de la depresión sin olvidarnos de otros como la apatía, la sensación frecuente de aburrimiento, culpabilidad o en ocasiones, tener ideas recurrentes de muerte, entre otros.
A la hora de realizar un buen diagnóstico diferencial debemos de tener en cuenta si estos síntomas persisten en el tiempo varias semanas y si coexisten con determinadas conductas. Además, es importante aclarar que no toda tristeza conlleva un episodio depresivo.
¿Qué papel juegan la familia, las amistades y los centros educativos tanto en la ‘detección’ como en la solución?
La detección corresponde al entorno más cercano del adolescente, la familia, y también, por supuesto, al propio adolescente, ya que es muy probable que él mismo sea consciente de que algo no está bien y sea capaz de verbalizarlo. Aun así, los diferentes ámbitos en los que se mueve son fundamentales a la hora de detectar un posible trastorno: colegio, red social. Es primordial que la familia pase tiempo con ellos, que los escuche y que estén disponibles y presentes para detectar tanto cambios en el comportamiento como en los hábitos de sueño y alimentación o pensamientos o verbalizaciones que aporten información sobre su autoestima y autoconcepto.
Por supuesto, cualquier cambio significativo percibido por la familia, por el entorno educativo, e incluso por ellos mismos y que vaya en detrimento de relaciones personales constatándose un mayor aislamiento, así como un deterioro en el rendimiento académico, pueden ser señales que nos pongan en alerta.
No sabemos si estos cambios en el funcionamiento cotidiano pueden derivar en un cuadro depresivo o sean simples modificaciones conductuales, pero hay que estar atentos y en caso de duda, siempre se debe consultar con el centro educativo, al pediatra o al médico de cabecera ya que, si lo creen necesario, pueden derivarlos a las unidades específicas y/o realizar un seguimiento. Será siempre un psicólogo o psicóloga clínica, o un psiquiatra infantil, el profesional preparado y autorizado y con capacidad para realizar la valoración oportuna para determinar si estamos ante un caso de depresión o establecer el diagnóstico que corresponda.
Ha comentado que el propio adolescente puede darse cuenta y verbalizar que algo le está ocurriendo, ¿qué papel tiene la educación emocional a la hora de identificar, expresar y gestionar emociones?
La educación emocional puede actuar como una herramienta de prevención porque ayuda a comunicar mejor contribuyendo positivamente en la detección y el tratamiento temprano. No me atrevo a decir que dé lugar a que la prevalencia del trastorno depresivo disminuya, pero sin duda, es un conocimiento indispensable para la vida.
¿Podemos decir que existen motivos o causas específicos de esta edad?
Aquí, como sucede con la depresión en la edad adulta, partimos de un enfoque biopsicosocial en el que la genética, los factores internos o externos estresantes son clave, pero no hay que perder de vista aspectos macrosociales, la influencia del mundo virtual, la presencia y el uso de las nuevas tecnologías para comunicarse, etc.
¿El tratamiento (terapia y/o fármacos) son diferentes a la edad adulta?
La depresión puede ser leve, moderada o grave. Sea cual sea la gravedad de la depresión, hay que trabajar en todos los sistemas en los que está el joven (educativo y familiar).
La primera opción de tratamiento según guías clínicas y de consenso es la psicoterapia. En depresión moderada o grave se puede optar también por el tratamiento combinado: terapia cognitivo-conductual (TCC) o terapia interpersonal junto con ISRS, un tipo de psicofármacos que son inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
La eficacia de la TCC está sobradamente contrastada por ello, la GPC recomienda que “en pacientes con depresión grave en los que se realice un tratamiento inicial únicamente con un ISRS, aún en caso de respuesta al mismo, se asocie en la fase de continuación una TCC orientada específicamente a la prevención de recaídas”.