Recomendaciones de la OMS para acabar con el estigma y la discriminación en salud mental
El estigma y la discriminación relacionados con los problemas de salud mental están muy extendidos y son perjudiciales. Reducir el estigma y la discriminación puede beneficiar a las familias, las sociedades y las economías, y puede salvar vidas.
Así lo afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su “kit de herramientas Mosaico”, un documento a través del cual brinda orientación práctica para hacer frente al estigma y la discriminación en torno a los problemas de salud mental basándose, para ello, en tres principios básicos basados en la evidencia: los programas contra el estigma deben estar dirigidos o co-dirigidos por personas con experiencia vivida; deben utilizar estrategias basadas en el contacto social y en colaboraciones inclusivas.
De acuerdo con el documento, la mayoría de las personas que viven con un problema de salud mental consideran que “el estigma asociado es peor que el problema en si”. Estas personas enfrentan una serie de creencias negativas e incorrectas (desinformación), actitudes negativas (prejuicios) y comportamientos negativos (discriminación) relacionados con su enfermedad, que les dificultan el vivir y prosperar. Estos tres componentes forman el estigma. El estigma y la discriminación son frecuentes en todas las culturas, independientemente de los síntomas o el diagnóstico específicos, y sus consecuencias son múltiples y especialmente dañinas: desde daños personales hasta daños sociales y económicos; desde angustia en la vida diaria hasta daños directos a la salud, según la OMS.
Por ejemplo, las personas que sufren estigma y discriminación tienen menos probabilidades de buscar atención sanitaria cuando la necesitan; informan de una menor calidad de vida y una mayor desesperanza; tienen menos confianza y más probabilidades de sentirse solas; les resulta más difícil entablar relaciones o formar una familia; tienen más probabilidades de presentar ideación suicida; les resulta más difícil conseguir trabajo, estudiar o tener una vivienda segura; viven hasta 20 años menos que el resto de la población y, a menudo, se abstienen de buscar ayuda, lo que las expone a un mayor riesgo de enfermedad física y síntomas exacerbados.
La Organización destaca cuatro tipos de estigma, todos ellos nocivos para las personas:
- El autoestigma, cuando la persona internaliza las actitudes prejuiciosas de los demás (p. ej., “No me siento bien porque soy débil” ). Esto puede hacer se sienta impotente para cambiar su situación o que crea que debe renunciar a cosas que son importantes: el síndrome del “por qué intentarlo” (por ejemplo, “¿por qué debería intentar vivir de forma independiente? No puedo manejar una casa por mi cuenta”).
- El estigma por asociación: cuando una persona es vista de manera negativa o maltratada debido a una relación o asociación con alguien perteneciente a un grupo estigmatizado, como una persona con un problema de salud mental. La familia o los amigos suelen ser los principales objetivos de dicho estigma, pero también puede incluir al personal de los centros de salud mental o de los hospitales. Este tipo de estigma puede generar vergüenza y culpa entre las familias, que pueden sentirse culpadas por “causar” la condición de salud mental. También puede provocar que las carreras universitarias en el ámbito de la atención de la salud mental se perciban como menos prestigiosas que las de la atención a la salud física.
- El estigma público se refiere a los conocimientos, actitudes o comportamientos negativos de grandes grupos dentro de la sociedad hacia las personas con problemas de salud mental. Debido a este estigma, las personas pueden evitar buscar ayuda por su salud mental, lo que puede conllevar que el problema se cronifique.
- La discriminación estructural, referida a injusticias a mayor escala, como leyes o políticas discriminatorias o asignaciones inadecuadas de fondos para la atención de la salud mental; puede moldear los sistemas de modo que dificulte a las personas con problemas de salud mental encontrar y mantener un trabajo, o recibir atención para su salud mental de alta calidad.
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