El reto terapéutico de los trastornos de la conducta alimentaria

Las copiosas comidas de Navidad y fin de año son un calvario en los hogares de quien convive con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).

Las copiosas comidas de Navidad y fin de año son un calvario en los hogares de quien convive con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Hablamos de anorexia, bulimia y trastorno por atracón, como algunos de los trastornos alimentarios más comunes. Son la tercera enfermedad crónica más frecuente en la población adolescente y han pasado a ser uno de los trastornos más prevalentes en los centros de salud mental infanto-juvenil (CSMIJ), causando también un incremento de ingresos de hospitalización de día y hospitalización de agudos. Afectan a entre un 5 y un 8% de la población adolescente y joven. En la mitad de los casos, la patología se manifiesta antes de los 14 años, y en un 20 o 30% evoluciona hacia la cronicidad.

Son datos que hizo público el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona en el momento de inaugurar, a finales de febrero de 2024, una unidad específica de atención a pacientes con TCA que, como novedad, prevé el ingreso de toda la familia en un apartamento del centro hospitalario. Porque el papel de la familia en el tratamiento es crucial. Los especialistas en este tipo de trastornos han visto que la familia es clave en el manejo y el pronóstico de la enfermedad. El objetivo de los profesionales sanitarios es conseguir la colaboración de todos los miembros de la familia, facilitando la comunicación, provocando cambios conductuales y proporcionando información.

 

Un estudio hecho público por el Ministerio de Sanidad y realizado por diversos autores de la Universidad de Vigo evidencia la influencia de las variables personales y familiares sobre las actitudes asociadas a los TCA. De ahí que los autores de dicha investigación señalen que “continuar ahondando en dichas variables puede facilitar una mejor intervención, así como mejorar el diseño de estrategias preventivas”.

 

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Para ello, es indispensable la existencia de equipos de atención multidisciplinar con formación sobre los TCA en unidades destinadas específicamente a estos trastornos, las denominadas UTCAs. Porque, en la primera línea de atención sanitaria, los Centros de Asistencia Primaria (CAPs), no siempre cuentan con un psiquiatra o psicólogo disponibles, y mucho menos especialistas en TCA.

Tal como explica Bàrbara Alcaide, responsable de servicios de atención a las familias y personas afectadas por un TCA de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), “lo más habitual es que desde el CAP se derive a un centro de salud mental, que muchas veces está en otro lugar y en el cual puede haber lista de espera de dos o tres y hasta cinco o seis meses”. La labor de la ACAB se centra mucho en el acompañamiento a las familias y en dotarlas de recursos formativos y de documentación. También las orienta sobre a dónde acudir en busca de la atención sanitaria.

Los TCA afectan a entre un 5 y un 8% de la población adolescente y joven

“Trabajamos de pleno en el día a día de las dificultades para encontrar un centro de tratamiento lo más idóneo y rápido posible”, señala. Bàrbara Alcaide puntualiza, que desde ACAB hacen mucho énfasis en que el primer recurso al que hay que ir es a la sanidad pública. Saben que en los centros privados no hay lista de espera, y empezar el tratamiento cuanto antes es la preferencia de todo el mundo, “en un trastorno que sabemos que, si no se empieza rápido, puede ir a más y puede llegar a ser grave. Por ello, evidentemente que muchas familias que pueden optar por la sanidad privada la eligen”. La realidad, sin embargo, es que “el tratamiento privado no todo el mundo se lo puede permitir.

Solo como orientación, un centro privado, en función de la intensidad del tratamiento, puede suponer desde los 5.000 hasta los 8000 euros al mes”, indica Bàrbara Alcaide. Ello explica “la angustia y desesperación de quienes no pueden acceder rápidamente a un tratamiento especializado en la sanidad pública”, tal como comenta la responsable de los servicios de atención a las familias y personas afectadas por un TCA.

De todos modos, Alcaide también precisa que “la atención sanitaria pública es rápida cuando el riesgo es grande”. El problema es en los casos de no gravedad, en que la atención puede tardar mucho. “Por el camino, se vive mucho sufrimiento y el coste del tratamiento, más tarde, será también más elevado, ya que requerirá hospitalización, porque habrá mayor afectación mental, emocional y física. Puede haber incluso riesgo vital, en cuyo caso será necesaria atención 24 horas”.

 

 



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