Carta del COP al Ministerio de Sanidad
El Consejo General de la Psicología de España advierte que el incremento de la incidencia de los diferentes trastornos mentales es previsible. Por ello y para paliar y evitar las consecuencias psicológicas, es necesario: diseñar protocolos de intervención psicológica, reforzar las redes de Salud Mental de todas las CC.AA., así como reforzar la atención primaria con psicólogos clínicos.
Desde el Consejo General de la Psicología estamos dispuestos a colaborar en la solución de los problemas que afectan a nuestro país y, más específicamente, a la grave pandemia que sufrimos. La difícil situación generada en el mundo por esta pandemia, está suponiendo un auténtico drama relacionado con la salud pública y la vida de las personas, en especial, de las más vulnerables y, por supuesto, un auténtico reto para los gobiernos y las instituciones, que deben dar una adecuada respuesta a las muy diversas necesidades derivadas de la expansión trágica del virus.
La situación sanitaria de nuestro país es tan apremiante que es lógico centrarse en el “aquí y ahora”, en la atención a los enfermos, la prevención del contagio y en dotar a los sanitarios de los medios adecuados. Al mismo tiempo, cuando en el día de hoy empieza a vislumbrarse que las cifras de fallecidos, hospitalizados y contagiados pueden empezar a ceder, es necesario planificar las actuaciones ante las repercusiones a medio y largo plazo que, sin duda, tendrá la situación que estamos atravesando. En esta situación queremos ofrecernos para cualquier tipo de asesoramiento o cooperación que sea necesario ante una coyuntura que podríamos definir como el estado de la cuestión psicológica de “el día después”.
Como se ha demostrado en otras grandes catástrofes colectivas, el incremento de la incidencia de los diferentes trastornos mentales es previsible. La incertidumbre y el miedo, reacciones normales ante una epidemia como esta o frente a cualquier situación de estrés e incertidumbre grave y/o sostenida, pueden producir un incremento del malestar emocional y psíquico. En un gran número de personas, este estrés sostenido e intenso derivará en estados de ansiedad patológicos y en alteraciones anímicas de diferente tipo. Las epidemias biológicas se acompañan de alteraciones en tres frentes: las propiamente biológicas, las psicológicas y las sociales, de modo que la estabilidad mental y emocional, a nivel personal, familiar y social, van a estar en riesgo una vez se vaya produciendo el regreso a la normalidad.
Los efectos reseñados no desaparecen cuando finaliza la epidemia o el estado de emergencia. Especialmente, las secuelas psicológicas y sociales van a seguir presentes y se estima que su incidencia será alta, pudiendo llegar a afectar a más de un 25% de la población, tanto a corto como a medio y largo plazo. Las reacciones desadaptativas se verán incrementadas por los efectos del largo confinamiento al que estamos sometidos, que impide conocer exactamente cuándo terminará y en qué formato se desarrollará.
Una revisión de 24 estudios sobre psicología de las cuarentenas, elaborada por investigadores del King’s College, y publicada en la revista The Lancet en marzo de 2020, concluye que, incluso tres años después del aislamiento, se reportan episodios de estrés postraumático: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)30460-8/fulltext.
Asimismo, un reciente estudio, realizado por la Sociedad China de Psicología, encontró que “un 42,6% de 18.000 ciudadanos chinos analizados dieron síntomas de ansiedad relacionada con el coronavirus. Un 16,6% de 14.000 examinados mostraron indicios de depresión en distintos niveles de gravedad”. Las tasas de estos trastornos en la población general se han multiplicado por dos e incluso por tres y, en personal sanitario e interviniente, sabemos que podría ser aún más grave.
Así, se estima que entre una tercera parte y la mitad de la población expuesta podría sufrir alguna manifestación psicopatológica, según la magnitud del evento y el grado de vulnerabilidad. Por tanto, es previsible, como decíamos anteriormente, que tanto en la población general, como en el personal sanitario, se incrementen las depresiones, la ansiedad y el estrés postraumático. Es por ello necesario establecer planes de acción para atender eficaz y eficientemente el aumento de demandas que en este sentido se producirán.
Evitar la cronificación y anticiparnos a dramáticas secuelas psicológicas en profesionales imprescindibles en nuestro sistema sanitario, en la red de atención a personas mayores y otros colectivos vulnerables es una necesidad incuestionable y una acción responsable.
El Consejo General de la Psicología, desde el primer momento, ha puesto en marcha con sus limitados recursos y con el apoyo del Ministerio de Sanidad, como usted sabe, distintas iniciativas para atender la salud psicológica de la población y la de algunos colectivos con mayor nivel de riesgo. El objetivo está siendo tratar de prevenir las secuelas de las situaciones que estamos sufriendo y evitar daños mayores a futuro.
Así, además de venir asesorando a la Secretaría de Estado para la Agenda 2030, en materia de prevención a población general y específica, está ofreciendo un Servicio telefónico de atención psicológica breve, conjuntamente con el propio Ministerio de Sanidad, desde el pasado 31 de marzo. El teléfono está atendido por un equipo profesionalizado de 47 psicólogos y psicólogas y cuenta con tres líneas de atención diferenciadas dirigidas a:
- Profesionales sanitarios y otros intervinientes directos, como Cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y Policía, en colaboración con Sociedades y Colegios Profesionales.
- Familiares en procesos de duelo por personas fallecidas y enfermas.
- Población general que presenta problemas a consecuencia del confinamiento y/o agravamiento de patologías y malestar previo.
Desde los teléfonos de atención psicológica breve se han realizado más de 4.900 intervenciones (a fecha 17 de abril de 2020) y ha sido necesario realizar entre dos y tres intervenciones diarias en crisis para la prevención de intentos de suicidio.
Este enorme esfuerzo realizado por toda nuestra organización se demuestra, además, por la solidaridad de nuestros Colegios Autonómicos. Todos ellos, de un modo u otro, bien con medios propios o con el respaldo económico de las respectivas Consejerías de Sanidad de su ámbito geográfico, han establecido dispositivos de atención en consonancia con las demandas de su entorno social.
Sin duda, estas iniciativas, como las otras muchas puestas en marcha por particulares, contribuirán a limitar las secuelas psicológicas de la pandemia y el confinamiento pero, para poder dar una cobertura adecuada y universal, es imprescindible que los responsables de la salud de los españoles elaboren un plan integral para hacer frente al más que previsible incremento de sus necesidades de salud mental.
Por todo ello, entendemos necesario plantear las siguientes consideraciones sobre necesidades de respuesta y dispositivos a definir y reforzar en su caso, en materia de salud mental para la población general y, específicamente, para las cohortes más vulnerables y sometidas a las situaciones de riesgo:
➢ Es imprescindible reforzar las redes de Salud Mental de todas y cada una de la Comunidades. Si en situaciones normales estas redes están ya sobrecargadas, con tiempos de espera muy prolongados y con ratios de profesionales, especialmente de especialistas en psicología clínica, muy por debajo de la media de la OCDE, es muy previsible que, con el crecimiento de la demanda asistencial, sus recursos sean claramente insuficientes y se vean desbordados.
➢ El impacto negativo de la situación actual va a ser tan extendido que será preciso complementar la atención en salud mental especializada que se presta en las redes, con un reforzamiento de la atención primaria con psicólogos clínicos que acerquen la intervención al lugar de residencia del ciudadano, y que prioricen las intervenciones grupales para incrementar su eficiencia.
➢ Es necesario diseñar protocolos de intervención psicológica para atender las demandas y aplicar los tratamientos de carácter psicológico, tanto individuales, grupales o familiares, que cuentan con suficiente evidencia científica y eficacia contrastada.
Las principales guías de práctica clínica basadas en la evidencia científica, tanto internacionales como nacionales (en especial, del National Institute for Health and Clinical Excellence –NICE-), recomiendan las terapias psicológicas como el tratamiento de primera elección para el trastorno depresivo leve y moderado, el trastorno de angustia, trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de ansiedad generalizada y las fobias específicas: https://www.nice.org.uk/guidance.
- Los trastornos referenciados precisan, por tanto, de intervenciones psicológicas; sin descartar, por supuesto, que, en los casos que se estime pertinente, sea necesaria la intervención psicofarmacológica. El uso de medicamentos debe restringirse a los casos estrictamente necesarios para evitar una medicalización de problemas y alteraciones psicológicas reactivas a circunstancias traumatizantes. No es recomendable el uso indiscriminado, y continuado durante largos periodos, de psicofármacos ya que algunos, como los tranquilizantes, tienen efectos secundarios importantes y crean adicción.
Aunque no fue posible prever la virulencia y consecuencias de la pandemia, estamos a tiempo de adelantarnos a las consecuencias psicológicas que la enfermedad, los fallecimientos y el largo confinamiento van a tener sobre una parte importante de la ciudadanía a medio y largo plazo.
Reiterando nuestra disposición a la colaboración en cuantas iniciativas se estimen pertinentes, reciba un cordial saludo,
Francisco Santolaya Ochando
Presidente Consejo General de la Psicología