Los expertos recomiendan integrar la salud mental en los debates sobre clima y salud en la COP29
El cambio climático está afectando profundamente la salud mental y el bienestar psicológico y social al aumentar el riesgo de nuevos problemas de salud mental, así como la vulnerabilidad de aquellas personas que ya viven con problemas de salud mental previos y graves.
El cambio climático está afectando profundamente la salud mental y el bienestar psicológico y social al aumentar el riesgo de nuevos problemas de salud mental, así como la vulnerabilidad de aquellas personas que ya viven con problemas de salud mental previos y graves. Con esta introducción, se presenta un artículo publicado en la revista The Lancet Psychiatry, a través del cual se pone de relieve la importancia de abordar la salud mental en los debates sobre clima y salud desarrollados durante la 29.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2024 (COP29).
Tal y como señalan los autores de este artículo, las acciones de mitigación y adaptación climáticas pueden generar beneficios colaterales para la salud mental que, actualmente, “no se tienen en cuenta en gran medida en las políticas climáticas”. Por lo tanto, ponen de relieve la trascendencia de priorizar las inversiones en salud mental como estrategia central, “para abordar de manera equitativa el cambio climático en los debates sobre adaptación, mitigación, pérdidas y daños y transición justa, especialmente cuando se consideran los derechos al bienestar de las generaciones futuras”.
A este respecto, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático constituye el órgano supremo de toma de decisiones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el único foro multilateral de toma de decisiones sobre el cambio climático del mundo, con casi todos los países representados entre sus miembros. Este año, la sede de la COP29 es Bakú (Azerbaiyán), donde, afirman, “los efectos del cambio climático sobre la salud mental son demasiado claros”.
En este sentido, señalan que en las regiones montañosas del norte, los agricultores y pastores se ven obligados a abandonar sus hogares y vender su ganado, ya que sus medios de vida se ven alterados por los patrones impredecibles de lluvia que provocan inundaciones y sequías. Estos cambios “han afectado negativamente a la salud mental y al bienestar psicológico y social al alterar el sueño, causar angustia y contribuir a los síntomas psicosomáticos y las preocupaciones financieras constantes”.
Sin embargo, pese a la creciente evidencia sobre el impacto del cambio climático sobre la salud mental, es un tema poco abordado en la COP.
Aunque en la COP26 (celebrada en Glasgow, en 2021) ya comenzó a hablarse de salud mental, la COP28 (Dubái, 2023) supuso el punto de inflexión para incorporar la salud en las negociaciones sobre el clima, con el primer Día de la Salud de la historia. Aquí, fueron más de 150 países los que respaldaron la Declaración sobre el Clima y la Salud, incluyendo un compromiso explícito de incluir la salud mental como parte de una respuesta integral para abordar los efectos del cambio climático en la salud.
Los autores destacan la importancia de destinar fondos a la salud mental como parte de los compromisos para el clima y la salud
En esta nueva edición de la Conferencia, este progreso debería basarse en cuatro puntos de entrada estratégicos. El primero de ellos, es que en la COP29, los países debatirán nuevos objetivos financieros para canalizar mayores fondos hacia la acción climática en los países en desarrollo. A este respecto, los autores consideran necesario acordar “objetivos ambiciosos para una financiación accesible, basada en subvenciones y flexible, basada en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, porque la salud mental no puede protegerse si la acción climática no se financia adecuadamente”.
Además, afirman, “la financiación debe optimizarse para la salud, con una asignación estratégica de financiación a proyectos que ofrezcan altos rendimientos de la inversión debido a mejores resultados de salud física y mental y ahorros económicos asociados”. De forma específica, destacan la importancia de destinar fondos a la salud mental, como parte de los compromisos de financiación existentes para el clima y la salud (por ejemplo, 1.000 millones de dólares anunciados en la COP28) y como parte de cualquier financiación de seguimiento futura anunciada en la COP29 (por ejemplo, como parte de la Plataforma de Inversión de Impacto en la Salud).
La vida urbana puede proteger la salud mental pero también dañarla
En segundo lugar, en este año 2024, se debatirá una Declaración de vías de acción multisectoriales para ciudades resilientes y saludables como parte de la reunión de alto nivel sobre clima y urbanización. Como la mayor parte de la población mundial vive en ciudades, la vida urbana puede proteger la salud mental (por ejemplo, a través del acceso a espacios verdes y modos de transporte activos) y dañarla (por ejemplo, a través de una alta exposición a la contaminación del aire)
De acuerdo con los autores, las ciudades con bajas emisiones de carbono y resilientes al clima pueden beneficiar a la salud mental, por lo que es crucial integrar la salud mental de forma explícita y significativa en la implementación de la próxima Declaración.
Es esencial tener en cuenta la salud mental de niños/as y jóvenes, garantizando su representación y participación significativas en todos los niveles de tomas decisiones
En tercer lugar, la salud mental debe integrarse significativamente en todo el Día del Desarrollo Humano, la Infancia y la Juventud, la Salud y la Educación, y las iniciativas relacionadas, con resultados tangibles y orientados a la acción. En particular, la salud mental de los niños, las niñas y los/as jóvenes y su representación y participación significativas deben garantizarse en todos los niveles de la toma de decisiones, dadas sus susceptibilidades únicas y el potencial de un efecto considerable mediante una intervención temprana.
Por último, en la COP29, los gobiernos avanzarán hacia un conjunto de indicadores de adaptación que se adoptarán en la COP30 para la Resiliencia Climática Global. Los indicadores seleccionados deben rastrear información que es clave tanto para la salud física como mental.
Los autores concluyen señalando que, si bien se comienza a reconocer la importancia de la salud mental, “todavía queda un largo camino por delante”. De hecho, solo el 3% de los compromisos de los países en materia de acción climática mencionan la salud mental, mientras que el 28% cubre las enfermedades transmitidas por vectores. Ante esto, esperan que en la COP29 se mantenga el impulso creado en la COP28 y se sienten las bases para integrar la salud mental en la nueva ronda de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional que se realizará en 2025.